Resulta
que docente, profesor, maestro, como quiera llamarse, hoy 13 de abril en
Ecuador conmemoramos el “día del maestro ecuatoriano”, esto responde al
natalicio de Juan Montalvo Fiallos, ilustre ambateño, escritor de “carne y
hueso”, don Juan y poeta con “Geometría moral” que podía “matar” con su pluma.
A pesar
de ser sábado, llegué a la Universidad muy temprano, un taller compartido con posgrado,
calificaciones de exámenes finales de pregrado, actividades cotidianas en un
día demasiado tranquilo que llama a la reflexión.
Como
ideas iniciales quiero plantear que no he tenido estudios (formales) en
educación, más los he hecho de forma informal, en cursos de posgrado que han
colaborado en el desarrollo de herramientas para cumplir mi fin, la docencia. A
mi parecer, eso no me vuelve profesor “de derecho”, pero si “de hecho” estoy tratando
de cumplir de forma decente mis actividades docentes. Este es el caso de muchos
de los que estamos en inmersos en la Educación Médica: actividad clínica, academia
e investigación viene a la discusión, a mi parecer todo viene junto pero “no
revuelto”:
- Al buen clínico le hace falta aprender a enseñar.
- Al buen docente se le olvidó cómo ser un clínico eficaz.
- Al investigador abnegado le chocan los estudiantes y los pacientes.
Fuera
de lo absoluto de la teoría, todos tenemos distintos matices que forman nuestro
fenotipo (docente), con penetrancia variable de la expresión del gen de “profesor”.
Como dice una ex tutora y ahora colega, “un buen médico de familia tiene mucho
de docente”.
La
reflexión más importante es: el acto de docencia es más que transmisión
de datos, el verdadero impacto del profesor radica en lograr la inspiración de
sus pupilos (Menor colocado bajo el régimen de tutela).
La
motivación indispensable es ¡querer prender!, recursos para adquirir
conocimientos redundan obscenamente por doquier; con la bandera del “fin
justifica los medios” repositorios legales e ilegales han abierto la
información; nuestra responsabilidad se reduce a guiar las “esas ganas” y educar
en lo relevante:
- Valores: re – personalizar la relación sagrada terapéutica.
- Emociones: generar empatía para la atención.
- Sensibilidad: humanizar la medicina
- Excelencia: garantizar la calidad
- Profesionalismo: todo eso inefable o no que asegura un profesional de calidad.
Saludos a todos los colegas de hecho o derecho que hacen docencia y, sobre todo a todos mis maestros que forjaron el que con "pluma electrónica" escribe estas palabras, mi gratitud, respeto eternos.
Al más grande de todos, Bayardo, mi padre que me guía desde la eternidad.